Mi padre es el mejor:
Mi padre es el mejor padre del mundo, y tengo pruebas. No se trata aquí de una frase típica de una niña, alabando las virtudes de su padre, tratando de ponerlo por encima de los otros, no solo por la admiración que éste le despierta, sino también porque no solo su padre es el mejor padre del mundo, sino también porque vive en la casa más grande del mundo, su perro es el más feroz del mundo y la madre de ese perro es la hembra más tierna del mundo, tiene el hermano más fuerte del mundo, y la mamá más bonita del mundo. No es éste el caso, porque yo ya no soy una niña, mi casa no es muy grande (he crecido, ya el mundo es un poquito menos grande, y con él, mi casa se ha encogido ante mis ojos), el perro de mi casa es una gallina y la mamá es la hembra más feroz del mundo; y lo demás no vamos a discutirlo, eso es evidente.
Tengo pruebas de que mi padre es el mejor del mundo, y las pruebas están repartidas a lo largo de quince años; además tengo testigos, pero no los necesito, mi testimonio deberá bastar: Sin importar a qué hora, mi padre siempre estaba presto para cuidar de mí, lo desperté muchas veces, con alguna que otra crisis respiratoria, y lo único que le molestaba era que hubiera esperado tanto, que no lo hubiera despertado antes, y luego de correr como loco, me acompañaba hasta la hora que fuera necesario, y se quedaba siempre a mi lado, con sus hermosas ojeras de oso panda, un poquito acentuadas por el repentino madrugón. Mi padre siempre ha sido un buen modelo, es un hombre muy bien puesto en su lugar, pero no por eso deja de ser gracioso (con sus apuntes plápanescos y papanosos, nunca olvidaremos la nueva marca de celulares que se inventó, Eric Sonison). Todos los niños lo adoran, y no es para menos, apenas lo conocen, se le cuelgan de la barba; yo lo recuerdo correteando detrás de nosotros, recuero también verlo resbalar y caer varios metros más allá, por culpa del agua que destilaba esa mata, puesta en la baldosa blanca, del recuadro del medio, de la casa del round-point.
Hasta aquí no hay nada que cualquier buen padre no haría por sus hijos, cualquiera podría refutar mi argumento, así como viene, y decir que su padre está a la altura del mío, pero resulta, mi querido amigo envidioso, que la historia no está completa, apenas si empieza. Mi padre es el mejor padre del mundo porque es un padre innato, porque por una razón inexplicable, ha decidido ser padre donde otros han faltado. Aunque yo no tengo la mitad del código genético que debería corresponderme de su parte, él me trata como si su sangre corriera por mis venas (sangre dulce, nuevamente), aunque no es del todo herrado así creerlo, puesto que, como la de mi padre, mi sangre es A positivo. Y más irrefutable aún, es que yo he sido esculpida con su presencia, que tengo cosas de él, que por fortuna ha tenido a bien trasmitirme, yo espero que haya legado en mí la profesión de escritor (profesión que tiene, pero no se la quiere creer).
Hace muchos años, cuando yo contaba cuatro (tal vez más, tal vez menos), mi hermano y yo hicimos una petición, casi cruel, a mi madre; pedimos, ofreciendo a cambio nuestros regalos de navidad, un papá, ella, después de reponerse del sobresalto, nos respondió: “Pídanselo al niño dios”, y nosotros después de deliberar en una esquina no muy alejada del parque, regresamos para refutar de la siguiente manera, y en coro: “No, porque de pronto nos lo trae de juguete”; no es una ocurrencia de sorprender, con los niños de estos tiempos, lo sorprendente es que el regalo nos fue concedido; bueno, eso, sino casualidad afortunada, no es aún un prodigio de alabar, lo realmente extraordinario es que nos hubiera tocado el mejor papá del mundo.
Danna 14 de Junio 2008
Para ti, papá
Los poemas se desvanecen en mis manos, las palabras amables se obscurecen, combusten de repente, se hacen carbón y ceniza en mis labios, pero hoy seré yo quien traicione a mi subconsciente, voy a decir, si me lo permito, lo que quiero y no puedo decir (porque he de decir que no es adrede mi frialdad), quiero y no puedo decir, te quiero, te agradezco, te respeto, te admiro; será entonces la acusada de este impedimento mi memoria, que como dijo Saramago “es susceptible y no le gusta ser pillada en falta, tiende a rellenar los olvidos con creaciones de realidad propias”, y la mía, creativa como es, dibuja; son recuerdos, impresiones imprecisas de haberlo dicho todo cuando en cambio lo he callado, sería más sencillo, narrar una historia, donde lo diga todo sin confesarlo, pero es tiempo de darle formas reales a lo que siento, no es fácil evitar que se maquille y se disfrace, parece ser su decisión; por qué es tan difícil descubrirle el rostro?. Para empezar, así su timidez le haga correr a ocultarse, quiero decir que no quiero cortar la manta para darte la mitad, te mereces la manta y mucho más; podría regalarte orgullos, miles de ellos, podré retornarte el tiempo y la paciencia que has invertido, no tienen precio tampoco los pequeños infarto y las rabietas que te he producido y hoy para resarcirme te ofrezco un cuento humilde que no compite contra un poema, pero es lo que puedo dar. No es contradicción darle formas reales a lo que siento, con un cuento, pues formas reales no implican evidentes…
Existe un hombre, el caballero de la alegre figura, osaría llamarle, que a todo niño encanta, es un mago, es un soñador que no sabe de cuentas, es un guerrero cuyas armas son la pluma y la palabra, es un rey (ya no príncipe) de sangre dulce, es un viajero con puerto, es en fin, todo un personaje; le hallamos en el camino, y que bien que los hicimos, amablemente nos ha conquistado, pero aclaro no es un conquistador, es un libertario y no es que estuviésemos oprimidos, pero para desatar estas dos pequeñas mentes eran necesarias dos mentes abiertas: no se limitaron a enseñarnos, nos permitieron escoger.
Gracias por estar,
Te amamos papá
Danna y Diego
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27 de febrero de 2005
Saúl se fue, yo he intentado llenar el espacio que dejó vacío, pero el aroma que dejó en el colchón me queda grande. La leche empezó a acumularse, no hay medida para ella, yo he intentado beber de ella casi hasta emborracharme pero no sabe igual sin él..
Quien habrá de provocarme envidia cuando se siente en el computador antes que yo y así incitar mi vena creativa? Quien habrá de compartirnos un poco de su “lógica” y de su dieta? Quien habrá de devolverle la sonrisa a Pegui? (porque cuando le mira, cuánto se le acerca batiendo la cola después de un estornudo o su llegada parece que sonriera). Quien podrá responder tan rápidamente al llamado de Diego o Danna cuando sus pies no pueden dar un solo paso más?. Quien seguirá la corriente a todas nuestras ideas traídas de los cabellos?. Quien olvidará casi todo y rescatará a su memoria sólo para acordarse de mis pequeñas peticiones?. Nadie, lo sé, y me hace feliz saber que no se ha ido para quedarse y vuelve a ser para nosotros y nosotros para él.
Seguramente estarás pensando que no
he leído tu página, pero lo que no he podido hacer es organizar las ideas para
decir lo que quiero, y que tal como lo quiero sea entendido. Tengo que comenzar
diciendo que tus poemas dan fe de mi ignorancia, el diccionario tuvo que
permanecer abierto; el idioma es tan grande y yo tan pequeña, que nunca había visto
varias de las palabras que los recorren y ellas, seguro, nunca me habían visto.
Por otra parte, o por qué no por la misma parte, no fuí dotada de mucha
sensibilidad romántica, por eso soy doblemente ignorante. Habiendo expuesto mi
condición, de no conocedora, te digo que no debes fiarte de lo que diga, y esto
es lo que diré:
Hay versos muy hermosos, pero yo no
se mucho de eso, y por no saber de dónde vienen, de sus raíces, de lo que te
inspiró a escribirlos no tengo el derecho de hacerlos pasar al frente para
fusilarlos. Sí puedo opinar, como cualquier cristiano, de los poemas que me
atavesaron la piel.
DESEO me gustó, me alegró, me robó
una sonrisa y tiempo para leerlo una y otra ... y otra... y otra... bueno esta
si es la última vez...
Después siguieron unos tristes, otros
muy tristes; unos de guerra y revolución, asuntos que no son nuevos, antes de
que tú nacieras en Europa ya cundía la fiebre de revolución, antes de que yo
naciera tú ya tenías la fiebre de revolución, antes de que tus nietos nazcan
(porque confío en Karen), yo casi tengo la fiebre de revolución, pero no quiero
sufrirla, no con los mismos síntomas, síntomas que he visto en marchas, en
consignas que no sé de quién son.
CAVILACIONES, me encantó, para no extenderme en elogios, ese expresa lo grande, lo que me provocó. Por
diferente, podría ser; porque así quiero ser, tal vez. Porque no se rige por la
rima, porque me gusta la historia; porque me la imagino; porque los veo a los
dos, desde lejos claro, desde donde la lluvia no me moja; porque me gusta el
fin sin fin.
Me gusta la segunda estrofa de
PESIMISMO, y todavía no sé por qué lo hace.
Hablaste de soledad y yo ya dejé de
creerme sola.
Danna
septiembre 21 de 2005, para Saul
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